LA PROBLEMÁTICA DE LA LECTURA EN LA UNIVERSIDAD
Al
referirnos a esa relación entre calidad de lectura y éxito académico,
abordamos un asunto bastante problemático y que contrasta con la
importancia de la lectura: los estudiantes universitarios presentan
serios problemas relacionados con la comprensión lectora y con la
construcción de textos escritos.
Esta es una queja generalizada entre intelectuales y docentes. Esas
deficiencias en la comprensión lectora y en la construcción de textos
tienen consecuencias directas en la formación académica de los
estudiantes y, posteriormente, en la baja calidad de los profesionales.
Salomón
Kalmanovitz (1989: 16) considera que la universidad colombiana no ha
resuelto estas deficiencias lectoras y de escritura, y asegura que “los
egresados que cuentan con estas habilidades de lectura y redacción
tienen ‘éxito’ en el mercado de trabajo, precisamente porque el nivel
medio de los profesionales no cuenta con estas capacidades, con el
agravante de que la incultura conduce a la pasividad, o sea, a la
carencia de iniciativa para enfrentar y resolver problemas”.
Atendamos también otras reflexiones más recientes:
· Jairo
Montoya, profesor de la Universidad Nacional, piensa que es función de
la Universidad continuar el proceso de enseñanza de la lengua materna
iniciado en los niveles primario y secundario de educación y asegurarse
de que sus estudiantes la utilicen como instrumento eficaz en
la obtención, difusión y creación de conocimiento científico, técnico,
artístico y cultural. Sin embargo, las deficiencias lingüísticas y
comunicativas con que ingresan los bachilleres al sistema de educación
superior entorpecen, en la mayoría de los casos, el rendimiento
académico de los aspirantes a un título universitario y dificultan su
posterior proyección en su respectivo campo profesional” (1991:3)
“El descuido
en el desarrollo de las habilidades comunicativas por parte de la
Universidad, es originado porque se parte del falso supuesto de que el
estudiante universitario está en capacidad de ejercer las actividades
comunicativas de escuchar, hablar, leer y escribir de una manera eficaz. Nuestra
experiencia docente y algunas investigaciones realizadas nos muestran
lo contrario: los estudiantes presentan serios problemas relacionados
con la construcción de textos y con la comprensión lectora, que la
Universidad debe ayudar a resolver, pero no cuenta con los recursos
docentes necesarios para solucionar estas deficiencias” (Marina Parra.
1991: 48).
“Lamentablemente,
la mayor parte de los estudiantes de educación superior e incluso
numerosos profesionales, tienen serios problemas para escribir
argumentos coherentes y convincentes. Así lo confiesan con
frecuencia docentes y profesionales de distintas carreras: abogados,
comunicadores sociales, filósofos, sociólogos. Entre las principales
causas de este problema habría que citar la ausencia de un currículo de
lengua materna orientado a desarrollar habilidades de pensamiento
critico y creativo y al hecho de que numerosos profesores
de esta área no han sido entrenados adecuadamente para enfocar, la
enseñanza en tal sentido” (Álvaro Díaz, 1996:11).
Finalmente, María
Cristina Martínez, profesora de la Universidad del Valle, afirma que
“son muy pocos los estudiantes que a través de su escolaridad han
logrado desarrollar estrategias discursivas que les permitan comprender
los textos generales y menos aún aprender de los académicos” (1997: 22).
Como vemos, el panorama de esta problemática no ha cambiado en los últimos 30 años. Léase bien: en los últimos 30 años.
Ante
esta situación poco alentadora surgen múltiples interrogantes: ¿cuáles
son las causas de esas deficiencias de lectura y de escritura que
presentan los estudiantes universitarios? ¿por qué después
de más de 30 años este problema continúa manifestándose más o menos de
la misma manera? ¿qué preparación, qué entrenamiento deben recibir los
docentes como lengua materna para enfrentar esta problemática en forma
adecuada? ¿cuáles son los mecanismos para lograr que los estudiantes
realicen lecturas de estudio como auténticas prácticas semióticas, como
procesos efectivos de exégesis y hermenéutica? ¿qué estrategias a corto,
mediano y largo plazo se deben diseñar, entonces, para ayudarles a los
estudiantes a superar esas deficiencias? ¿qué hacer para incidir en el
proceso de conocimiento de los estudiantes y desarrollar en ellos unas
eficaces estrategias que les permitan alanzar un alto nivel de
competencia lectora y escritura? ¿qué es lo que consideramos, por lo
tanto, una buena competencia lectora? Obviamente, ofrecer respuestas satisfactorias a todos los interrogantes no es nada fácil.
Nuestra
experiencia docente nos ha mostrado, de modo contundente, que las
estrategias encaminadas al mejoramiento de los procesos de lectura y de
escritura no pueden limitarse a la pura competencia lingüística ni al
manejo adecuado de los códigos gramaticales. Es necesario recurrir
también al concurso de las ya varias veces mencionadas competencias
semióticas, discursivas, cognitivas y comportacionales, para que el
proceso de lectura se desarrolle a cabalidad.
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