lunes, 23 de abril de 2012

LA PROBLEMÁTICA DE LA LECTURA EN LA UNIVERSIDAD



Al referirnos a esa relación entre calidad de lectura y éxito académico, abordamos un asunto bastante problemático y que contrasta con la importancia de la lectura: los estudiantes universitarios presentan serios problemas relacionados con la comprensión lectora y con la construcción de textos escritos.

Esta es una queja generalizada entre intelectuales y docentes.  Esas deficiencias en la comprensión lectora y en la construcción de textos tienen consecuencias directas en la formación académica de los estudiantes y, posteriormente, en la baja calidad de los profesionales.

Salomón Kalmanovitz (1989: 16) considera que la universidad colombiana no ha resuelto estas deficiencias lectoras y de escritura, y asegura que “los egresados que cuentan con estas habilidades de lectura y redacción tienen ‘éxito’ en el mercado de trabajo, precisamente porque el nivel medio de los profesionales no cuenta con estas capacidades, con el agravante de que la incultura conduce a la pasividad, o sea, a la carencia de iniciativa para enfrentar y resolver problemas”.

Atendamos también otras reflexiones más recientes:
·         Jairo Montoya, profesor de la Universidad Nacional, piensa que es función de la Universidad continuar el proceso de enseñanza de la lengua materna iniciado en los niveles primario y secundario de educación y asegurarse de que sus estudiantes la utilicen como instrumento eficaz  en la obtención, difusión y creación de conocimiento científico, técnico, artístico y cultural. Sin embargo, las deficiencias lingüísticas y comunicativas con que ingresan los bachilleres al sistema de educación superior entorpecen, en la mayoría de los casos, el rendimiento académico de los aspirantes a un título universitario y dificultan su posterior proyección en su respectivo campo profesional” (1991:3)

“El  descuido en el desarrollo de las habilidades comunicativas por parte de la Universidad, es originado porque se parte del falso supuesto de que el estudiante universitario está en capacidad de ejercer las actividades comunicativas de escuchar, hablar, leer y escribir de una manera eficaz.  Nuestra experiencia docente y algunas investigaciones realizadas nos muestran lo contrario: los estudiantes presentan serios problemas relacionados con la construcción de textos y con la comprensión lectora, que la Universidad debe ayudar a resolver, pero no cuenta con los recursos docentes necesarios para solucionar estas deficiencias” (Marina Parra. 1991: 48).

“Lamentablemente, la mayor parte de los estudiantes de educación superior e incluso numerosos profesionales, tienen serios problemas para escribir argumentos coherentes y convincentes.  Así lo confiesan con frecuencia docentes y profesionales de distintas carreras: abogados, comunicadores sociales, filósofos, sociólogos. Entre las principales causas de este problema habría que citar la ausencia de un currículo de lengua materna orientado a desarrollar habilidades de pensamiento critico y creativo  y al hecho de que numerosos profesores de esta área no han sido entrenados adecuadamente para enfocar, la enseñanza en tal sentido” (Álvaro Díaz, 1996:11).

Finalmente,  María Cristina Martínez, profesora de la Universidad del Valle, afirma que “son muy pocos los estudiantes que a través de su escolaridad han logrado desarrollar estrategias discursivas que les permitan comprender los textos generales y menos aún aprender de los académicos” (1997: 22).
Como vemos, el panorama de esta problemática no ha cambiado en los últimos 30 años.  Léase bien: en los últimos 30 años.

Ante esta situación poco alentadora surgen múltiples interrogantes: ¿cuáles son las causas de esas deficiencias de lectura y de escritura que presentan los estudiantes universitarios?  ¿por qué después de más de 30 años este problema continúa manifestándose más o menos de la misma manera? ¿qué preparación, qué entrenamiento deben recibir los docentes como lengua materna para enfrentar esta problemática en forma adecuada? ¿cuáles son los mecanismos para lograr que los estudiantes realicen lecturas de estudio como auténticas prácticas semióticas, como procesos efectivos de exégesis y hermenéutica? ¿qué estrategias a corto, mediano y largo plazo se deben diseñar, entonces, para ayudarles a los estudiantes a superar esas deficiencias? ¿qué hacer para incidir en el proceso de conocimiento de los estudiantes y desarrollar en ellos unas eficaces estrategias que les permitan alanzar un alto nivel de competencia lectora y escritura? ¿qué es lo que consideramos, por lo tanto, una buena competencia lectora?  Obviamente, ofrecer respuestas satisfactorias a todos los interrogantes no es nada fácil.

Nuestra experiencia docente nos ha mostrado, de modo contundente, que las estrategias encaminadas al mejoramiento de los procesos de lectura y de escritura no pueden limitarse a la pura competencia lingüística ni al manejo adecuado de los códigos gramaticales. Es necesario recurrir también al concurso de las ya varias veces mencionadas competencias semióticas, discursivas, cognitivas y comportacionales, para que el proceso de lectura se desarrolle a cabalidad.

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