LOS ESTUDIANTES ¿LEEN Y ESCRIBEN?
Autor: COLFUTURO
Fuente: Lectores deficientes, también en la universidad. Por Doria Constanza Lizcano para Tiempos del Mundo, año 8, No. 41.
Noviembre 3 de 2005
De
los miles de libros que se publican anualmente cada persona, y
ciertamente siendo optimistas, lee en promedio dos títulos al año, y
generalmente de un solo género, que termina estando relacionado con el
trabajo. Es decir, la lectura como pasatiempo está desapareciendo. Sólo
cuando los textos se vuelven herramientas de trabajo o de estudio se les
abre un espacio para ser explorados.
¿Qué
consecuencias ha traído que las personas vean la lectura como una
obligación o un requisito más que como un proceso individual de
aprendizaje? Lo cierto es que aun en las instituciones educativas, de
las que no se salvan ni las universidades, los niveles de lectura y, por
extensión, la calidad en la escritura son preocupantes.
Mucho
se ha dicho acerca de que no se estimula lo suficiente el tema de la
gramática y el idioma en las aulas, pero ciertamente es un problema que
abarca muchos más matices.
Por
nombrar algunos aspectos, la televisión, medio por excelencia para
conocer acerca del mundo y de la actualidad para las nuevas
generaciones, no se preocupa lo suficiente por la calidad de su
información y el modo en que las cosas son contadas o descritas.
Es
pan de cada día que los presentadores de magazines y noticieros no
empleen adecuadamente el idioma y, lo que es peor, que nadie de los que
trabaja detrás de cámaras lo note. Por otro lado, las telenovelas apelan
a su condición de reflejo de la realidad para poner “de moda” usos
incorrectos del lenguaje, lo que sólo nos lleva a que el lenguaje
coloquial se nutra de expresiones que, al menos por las academias de la
lengua, no son aceptadas.
Otro
aspecto crucial son los nuevos medios, específicamente los contenidos
que se encuentran disponibles en internet. La autopista de la
información, apegándose a su naturaleza democrática, ha abierto un
especio de libre expresión que, al parecer, bien podría ser una caja de
Pandora, ya que, al no haber ningún tipo de control sobre lo que se dice
y cómo se dice, quienes manejan la información no se detienen en
tópicos como la gramática o la ortografía; aunque tampoco puede decirse
que a ninguno le importe, pero siendo el ciberespacio hogar de todos los
idiomas y todas las culturas en un tiempo y espacios simultáneos, estos
temas no parecen ser una prioridad.
Extrapolando
la situación a Colombia, existen muchos aspectos por cuidar. Los
docentes universitarios se quejan constantemente de la mala capacidad de
análisis de lectura y del desarrollo de ideas por escrito de sus
estudiantes. Se dice que la mala preparación proviene de los niveles
inferiores de educación.
Las
cifras en cuanto a los niveles de lectoescritura son escandalosas.
Según estudios de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, el 80% de
los estudiantes tiene fallas en la ortografía, el 70% no entiende la
idea global de un texto y el 90% tiene problemas con el léxico y los
conceptos de un texto específico. Además, hay un gran predominio de la
oralidad en el lenguaje escrito; muchos de los estudiantes escriben como
hablan.
Carlos
Sánchez Lozano, asesor del Cerlalc (Centro Regional para el fomento del
Libro en América Latina y el Caribe), afirma que los estudiantes
universitarios no lectores cada vez son más y esto, en su juicio, es el
reflejo de que la sociedad misma no le pide cuentas al sistema educativo
sobre la calidad de la enseñanza que imparte en relación con los
procesos de lectura y escritura. Sánchez asegura que la situación es tan
preocupante que hay estudiantes universitarios que pasan por la carrera
completa sin escribir autónomamente un solo ensayo.
Ninguna
de las entidades encargadas de denunciar esta falencia, de prevenirla o
proponer una solución sabe a ciencia cierta por dónde empezar a
combatir la “informalización” del idioma. Por lo pronto, sólo se le
puede recomendar a la población en general que retome el sano hábito de
leer por gusto que, a juzgar por el panorama expuesto, es el antídoto
más obvio.
|