lunes, 23 de abril de 2012

LEER Y ESCRIBIR EN LA UNIVERSIDAD


 
 
LEER Y ESCRIBIR EN LA UNIVERSIDAD
Por: Edwin Alberto Carvajal Córdoba[i]

No hay duda de que muchos de nuestros problemas
en la enseñanza de la lectura y la escritura
son creación nuestra… En parte, los problemas
surgen de nuestras actitudes culturales hacia el lenguaje;
consideramos al lenguaje demasiado solemnemente
y, sin embargo, no con la seriedad suficiente.

Halliday M. A. K.
 
 
 
Para nadie es un secreto que muchos estudiantes e incluso algunos profesionales de la Universidad presentan grandes deficiencias de la lectura y la escritura.

Claro que este asunto, como dicen varios especialistas del lenguaje, no es exclusivo de nuestra Universidad, sino que se ha generalizado en todas las instituciones de educación superior del país. La queja de siempre para dicha situación es: ¡qué horror, no sabe escribir!, o bien, ¡qué pobre análisis de lectura!

Las deficiencias en la lectura y en escritura son un problema heredado de la escuela primaria y de la secundaria, donde, aparentemente, deben perfeccionarse las cuatro habilidades lingüísticas: hablar, escuchar, leer y escribir. Pero la realidad nos muestra que no siempre se logran los objetivos con respecto al dominio de dichas habilidades, y las consecuencias de esto las vemos reflejadas en los bajos niveles de lectura y en las dificultades que presentan los estudiantes universitarios para la elaboración de textos escritos.

De las habilidades lingüísticas que posee el ser humano, la lectura y la escritura se constituyen como las más importantes en el proceso educativo. Quien hace una buena lectura está en capacidad de comprender, interpretar y analizar cualquier tipo de texto; y quien escribe bien posee un gran recurso para la construcción del conocimiento, para el desarrollo de la cultura y para la comunicación con los demás. Esto, sin contar con los beneficios personales que nos produce el acto de leer y de escribir, como entretenimiento o fuente de placer.

Pero, ¿cómo lograr unir estas dos habilidades dentro del marco de nuestra lengua materna?, ¿cómo lograr que el lenguaje adquiera nuevos significados a partir de la lectura y la escritura? Halliday afirma que “si la lectura y la escritura están desvinculadas de lo que el niño (alumno) quiere significar, de las exigencias funcionales que llega a presentar el lenguaje, entonces la lectura y la escritura tendrán para él poco sentido” (1994:268).  La tarea no es entonces qué hacer con el lenguaje, sino cómo hacer para que éste se manifieste como un potencial de significado en la vida del hombre, y a partir del cual se pueda comprender e interpretar el mundo.

¿Qué pasa entonces con nuestros profesores de lengua materna, tanto en la secundaria con en la Universidad? Se podría  decir que no le prestan la atención necesaria a dichas habilidades lingüísticas; por un lado, por el desconocimiento de la importancia que dichas habilidades representan para la formación del hombre;  por otro, debido a la falta de preparación de muchos docentes que todavía piensan que la mejor forma de aprender a leer y a escribir es por medio de la gramática y la ortografía, cuando investigaciones de todas partes del mundo han comprobado que la más eficaz y verdadera forma de educar en la lectura y la escritura es leyendo y escribiendo para que nuestros alumnos cultiven esas capacidades y exploren todas las posibilidades que ellas le brindan[1].

La tarea del docente, o de cualquier otro profesional dedicado a la enseñanza consiste en concientizarse de la importancia del lenguaje para la vida del hombre, y luego busca estrategias que permitan vivenciar experiencias de lectura y de escritura dentro de un marco real y significativo del lenguaje. Debemos construir, como dice Halliday “una imagen de la lengua que nos permita ver el mundo en que la gente se comunica realmente entre sí, en que incesantemente intercambia significados y  en que uno y otros ejercen  acción recíproca de manera significativas”. Y además, tener siempre presente que la lengua es el principal medio de interacción de los miembros de una comunidad y que por medio de ella logramos construir un mundo referencial cargado de significados.
Por otro lado, no debemos tomar estas dos competencias lingüísticas como una obligación académica, por el contrario, el ideal es que integremos a nuestra vida y a su práctica –el vivir mismo- una escritura polifacética que abra nuestro cerebro y nuestro corazón al mundo; y una lectura racional y apasionada que ponga al alcance de cada uno de nosotros muchos mundos desconocidos a los que tenemos libertad de acceder por medio del lenguaje.

Y si seguimos en terrenos un poco apasionados, diríamos que en la vida del hombre son individuales cuerpo y alma; asimismo, la lectura y la escritura forman un solo cuerpo con hálito de vida dentro del lenguaje.  Un cuerpo inseparable que habita en nuestra alma para que reconcilie los elementos esenciales en el hombre, y un alma que vibre a través de la lectura y que se reconforte consigo mismo a través de la escritura.

Se nota hoy, hasta la saciedad, la preocupación de todas las instituciones y estamentos sociales por las deficientes relaciones que mantenemos con nuestra lengua materna, y en especial con la lectura y la escritura.

Nombres como los de Salomón Kalmanovitz, Lucy Mejía, Fabio Jurado Valencia, Luz Stella Castañeda, José Martín Barbero entre otros, son una pequeña muestra de profesionales que se han desvelado en su constante dedicación por encontrar alguna salida a la problemática de la lectura y de la escritura, tanto en la secundaria como en  la Universidad.  Pero, ¿serán sus nobles aportes viables de potenciar en un sistema educativo que ha descuidado la enseñanza de nuestra lengua materna?.

De nuevo, la tarea es del docente que quiera comprometerse con la creación de experiencias de lenguaje con sus alumnos, experiencias portadoras de significados por medio del acto de leer y de escribir, todo dentro de un proceso educativo conveniente que permita formar profesionales competentes, capaces de investigar y resolver problemas. Las condiciones están dadas, el problema está identificado, la tarea es nuestra.

El problema de lectura y escritura en los universitarios es tan grave, que la UNESCO decidió crear para Latinoamérica “La Cátedra UNESCO sobre Lectura y Escritura”.  Para la UNESCO el aprendizaje y desarrollo de la lectura y la escritura se evidencian como los criterios fundamentales para lograr la calidad y la equidad en la educación. Además, la Cátedra surge como una necesidad para responder a las nuevas exigencias que la sociedad está haciendo a la educación: impartir una enseñanza que permita a los estudiantes el desarrollo de instrumentos que posibiliten un conocimiento diverso, variable y a la vez profundo por medio del lenguaje (Martinez, 1996: 1).

Esta cátedra tiene su sede principal en la Universidad del Valle, y como subsedes a otras prestigiosas universidades de Latinoamérica. Nuestra universidad todavía no logra vincularse a esta valiosa y progresista idea de lecto-escritura que sólo busca hacer más significativa nuestra experiencia cotidiana con el lenguaje. Sin embargo, un grupo de profesores de nuestra Universidad está vinculado con dicha cátedra y viene realizando, en el campo universitario y específicamente en los cursos de Lengua Materna y Composición, algunos estudios que tienden no sólo a la identificación del problema (de conocimiento público), sino a la búsqueda de salidas por medio de herramientas educativas que permitan el mejoramiento de la lectura y la escritura en los universitarios.

Los motivos expuestos identifican la problemática educativa actual y sólo nos resta concluir en aras de una mejoría sincera, que la lectura y la escritura deben concebirse como el centro del proceso educativo del estudiante, ya que de estas habilidades intelectuales dependerá en gran medida el triunfo o el fracaso de dicho proceso educativo. Es necesario, entonces, que los cursos de Lengua Materna hagan parte del o planes de estudio de los programas de pregrado que ofrece la Universidad, y además, que tengan como objetivo primordial el fortalecimiento de las habilidades lingüísticas que hemos mencionado.

La Universidad como formadora, no sólo de un espíritu científico sino de hombres sensibles ante los valores estéticos, debe comprender la importancia tan significativa que tiene para localidad de la educación el mejoramiento de las habilidades en lecto-escritura, que como dice la profesora Luz Stella Castañeda “…se constituyen en el factor principal para la construcción del conocimiento, y que de su dominio depende el éxito académico y profesional” (1995: 1).

Nada mejor que las luminarias palabras de Halliday para cerrar estas divagaciones que, por cierto, no tienen nada de novedosas, pero que muestran, desde una visión experimental, una realidad que vive nuestra universidad y que compromete su labor como constructora de conocimientos y formadora de profesionales competentes en el uso del lenguaje:

Todavía hay cierta tendencia a asilar la lectura y la escritura como si no tuviera nada que ver con la lengua materna, como si fueran habilidades totalmente separadas para las que el alumno no poseyera ningún conocimiento previo adecuado… Cuando la lectura y la escritura quedan divorciadas del resto de la experiencia lingüística del alumno y de su experiencia en el aprendizaje lingüístico, se constituyen en tareas huecas y desprovistas de significado.


[1] GOODMAN, Kenneth afirma que la clave de la eficiencia en la lectura es minimizar la cantidad de información gráfica que nos es necesaria para llegar al significado.

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